Estamos en plena temporada vacacional de verano y en Valle de Bravo existe preocupación porque la reactivación económica no se ha dado como se esperaba y se requiere después de la forma como la pandemia de COVID-19 ha golpeado al sector turístico en este municipio.

El repunte de casos de COVID-19 en el país es un elemento que puede desincentivar la llegada de visitantes, a pesar de las medidas sanitarias que se han anunciado en los medios, como el uso de gel y la toma de temperatura en las embarcaciones que recorren el lago.

A este escenario se añade este año un problema más grave como es el históricamente bajo nivel de agua que tiene el lago y que, según el reporte de Almacenamiento de Presas del Sistema Cutzamala 2021 de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), al mes de julio se encuentra por debajo del 43% de su capacidad, con 171.415 millones de metros cúbicos de agua almacenada.

El bajo nivel de agua en el lago -según han expresado a algunos medios de comunicación prestadores de servicios turísticos acuáticos de Valle de Bravo-, reduce el espacio de navegación, por lo que se les está dificultando realizar los paseos en lancha, una de las actividades turísticas tradicionales de la zona, con las consecuentes afectaciones económicas para las familias que se dedican a esto.

Cabe recordar que el lago de Valle de Bravo es artificial. Se formó en 1955 por el embalse de la presa Miguel Alemán y alrededor de él se han construido clubes náuticos y se ha popularizado la práctica de deportes acuáticos como las regatas.

En diversos momentos se han lanzado por parte de las autoridades planes de rescate del lago. Sin embargo, ninguno ha sido efectivo para poner fin a actividades que contaminan el agua y, sobre todo, a los problemas de deforestación y cambios de uso de suelo que ahora se reflejan en cambios en los patrones de lluvia, todo lo cual mantiene actualmente al lago en una situación de emergencia hídrica.