No es alarmista decir que el lago de Valle de Bravo está agonizando. Los niveles de almacenamiento de agua de este año han sido históricamente bajos, alcanzando en el mes de julio, de acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua) apenas un 41% de su capacidad total.
El impacto socioambiental de esta situación es de alcance no sólo municipal, sino de fuerte magnitud también para la Ciudad de México y el Valle de Toluca, toda vez que la presa Valle de Bravo es una de las seis que integran el Sistema Cutzamala, el cual proporciona el 37% del agua potable que se suministra a las zonas metropolitanas del Valle de México (ZMVM) y de Toluca (ZMT). Trece delegaciones de la Ciudad de México (CDMX) y catorce municipios del Estado de México reciben agua potable proveniente del Sistema Cutzamala.
De acuerdo con información del Banco Mundial, desde que se inauguró el Sistema Cutzamala en 1982, la población de la CDMX y su zona conurbada ha crecido de 14 a más de 20 millones de habitantes. A pesar de que el caudal del sistema casi se ha cuatriplicado, esto no ha sido suficiente para revertir la tendencia de disminución de la disponibilidad natural media anual per cápita en el Valle de México.
Muchos son los problemas que desde hace décadas enfrenta el municipio de Valle de Bravo y, en lo que se refiere específicamente al lago, actualmente prevalecen dos graves situaciones que se interrelacionan: la escasez de agua y la contaminación del recurso existente.
El agua de la presa Valle de Bravo presenta actualmente un fenómeno conocido como eutrofización, en el cual las aguas producen nutrientes a un ritmo tan acelerado que no puede ser compensado por la mineralización total. La descomposición del exceso de materia orgánica ocasiona entonces que disminuya el oxígeno en las aguas profundas. Al respecto, se ha detectado la presencia de malezas acuáticas y florecimientos explosivos de fitoplancton, particularmente de cianobacterias, lo cual representa un peligro por probable intoxicación y sabor desagradable en el agua.
Por otro lado, durante la mayor parte del año, son arrojados al lago residuos contaminantes que provienen de varias fuentes como granjas acuícolas y criaderos de puercos -algunos de los cuales no tienen permisos para operar-, así como fertilizantes y pesticidas empleados en la agricultura. También se realizan descargas provenientes de los drenajes sanitarios urbanos.
Para complicar el escenario anteriormente descrito, tenemos el problema de la escasez de agua, la cual es, en parte, uno de los efectos visibles del cambio climático, pues se han modificado los patrones de lluvia en diversas regiones del planeta. Adicionalmente, en Valle de Bravo la escasez de agua se relaciona con la deforestación por tala clandestina y cambios de uso de suelo para actividades agrícolas y para construcción de desarrollos inmobiliarios.
La disminución de la disponibilidad del agua en las cuencas dificulta también que los contaminantes se diluyan y ocasiona que florezcan explosivamente colonias flotantes de algas azul-verde que afectan la calidad del agua, ocasionando un olor y sabor desagradables, altas concentraciones de toxinas y que complican su tratamiento. La capacidad del Sistema Cutzamala para suministrar agua depende, sobre todo, de que cuente con un volumen adecuado de almacenamiento; lo cual se ha ido perdiendo debido a la sedimentación.
Es fundamental que las dependencias tanto a nivel municipal, estatal como federal que tienen competencia en este tema asignen los recursos correspondientes para rescatar el lago de Valle de Bravo, a través de un programa integral de limpieza de los cuerpos de agua, mantenimiento y construcción de potabilizadoras de agua y, sobre todo, una política eficiente de vigilancia y sanción de las acciones que han contribuido al ecocidio que se ha cometido en esta región.
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